La paradoja de Abilene
En el ámbito social, el conocimiento científico se hace más complejo debido a la naturaleza de los grupos humanos y las características que psicológicas y sociales que les rodean.
La conocida Paradoja de Abilene nos sirve para reflejar la dificultad de acercarse al conocimiento del funcionamiento y reglas del comportamiento humano en el marco social. Supongamos que un grupo (una familia, un grupo de amigos, un comité de dirección) debe de tomar una decisión sobre cualquier asunto. Es probable que la decisión por la que opten vaya en contra de los deseos individuales de la mayoría de los sujetos que forman parte de ese grupo, pero que, sin embargo, nadie exprese objeciones a dicha decisión. La paradoja fue descrita por Jerry B. Harvey en su libro The Abilene Paradox and other Meditations on Management (1988) en el que describía este fenómeno a través de un ejemplo cotidiano:
La paradoja de Abilene[/caption] La paradoja de Abilene[/caption]
La paradoja de Abilene se da en el momento en que los límites de una situación particular presionan a un grupo de personas para actuar de una forma que es opuesta a sus deseos individuales. El fenómeno ocurre cuando un grupo continúa con actividades desacertadas que ningún miembro de tal grupo quiere, porque ningún miembro está dispuesto a expresar objeciones.
Una calurosa tarde en Coleman, una familia compuesta por suegros y un matrimonio está jugando al dominó cómodamente a la sombra de un pórtico. Cuando el suegro propone hacer un viaje a Abilene, ciudad situada a 80 km., la mujer dice: «Suena como una gran idea», pese a tener reservas porque el viaje sería caluroso y largo, pensando que sus preferencias no comulgan con las del resto del grupo. Su marido dice: «A mí me parece bien. Sólo espero que tu mamá tenga ganas de ir.» La suegra después dice: «¡Por supuesto que quiero ir. Hace mucho que no voy a Abilene!».
El viaje es caluroso, polvoriento y largo. Cuando llegan a una cafetería, la comida es mala y vuelven agotados después de cuatro horas.Uno de ellos, con mala intención, dice: «¿Fue un gran viaje, no?». La suegra responde que, de hecho, hubiera preferido quedarse en casa, pero decidió seguirlos sólo porque los otros tres estaban muy entusiasmados. El marido dice: «No me sorprende. Sólo fui para satisfacer al resto de ustedes». La mujer dice: «Sólo fui para que estuviesen felices. Tendría que estar loca para desear salir con el calor que hace». El suegro después refiere que lo había sugerido únicamente porque le pareció que los demás podrían estar aburridos.
El grupo se queda perplejo por haber decidido hacer en común un viaje que nadie entre ellos quería hacer. Cada cual hubiera preferido estar sentado cómodamente, pero no lo admitieron entonces, cuando todavía tenían tiempo para disfrutar de la tarde.