Todo el mundo habla de ellas, pero... ¿qué son las fake news?
SOBRE NOSOTROS

Conócenos

Toda persona a quien le gusta estar bien informada debe ser un poco curiosa. No estamos hablando de aquel tipo de curiosidad que en muchas ocasiones deriva en “cotilleo”, sino de una necesidad interior por conocer la realidad del asunto que ha conseguido captar nuestra atención. En pocas palabras, nos gusta conocer la verdad de lo que sucede.

Desde este momento os puedo asegurar dos cosas: las Fake News están en las antípodas de esa verdad y aquí os vamos a dar todas las respuestas que estáis buscando acerca de ellas.

Y ya que estáis aquí espero que dicha afirmación no sea interpretada como un acto de arrogancia, y en cambio, sí consiga que os quedéis con nosotros unos minutos más. Hablamos así porque buscamos la verdad, cómo tú. Y puede que sea esta la razón por la que nuestros caminos se han cruzado en el día de hoy.

Nosotros somos periodistas y, aunque te resulte difícil de creer, nuestros mundos no están tan alejados. Déjanos contarte que conseguimos realizar nuestro sueño de ser contadores de historias, y buscadores empedernidos de la verdad, teniendo que renunciar a muchas otras cosas. Por muchas circunstancias no pudimos asistir a clases presenciales, toda la formación se realizaba a distancia, pero eso no impidió que forjásemos entre nosotros una amistad real. Lo conseguimos a base de trabajos grupales, conectados vía Internet, apuntes compartidos y prácticas presenciales…durante los exámenes, además de ponernos cara, compartíamos nuestras experiencias. Durante todo ese tiempo siempre nos alumbró la ilusión de poder realizar un proyecto compartido, y aquí estamos con él, compartiéndolo ahora contigo también, para que formes parte de él y porque sin ti, amable lector, esto que hacemos ahora no tendría sentido. Porque nuestra meta es conocer lo que sucede ahí afuera, en la realidad, y poder ofrecérosla convertida en palabras. Siempre desde la objetividad que nos otorga el hecho de ser un grupo de periodistas independientes y que no escriben al servicio de ningún interés periodístico o político. Cosa qué, por desgracia, en muchas ocasiones viene a ser lo mismo. Ya sabéis “las cloacas del estado”, “las puertas giratorias”, etc.

Ya sé lo que estáis pensando: ¿y entonces como se sostiene vuestro modelo?, ¿cómo se financia vuestra Webdoc?

 

Proyecto solidario

La respuesta es sencilla, hasta ahora toda la inversión salía de nuestros propios bolsillos. Todos nos comprometimos para poder contar la realidad de las noticias falsas. Para ello, tres de nosotros, expertos en entornos digitales, crearon este lugar, y el resto compusimos su partitura para que sonara de la mejor manera posible.

Queríamos conseguir tener una difusión de ámbito global, puesto que el problema se extiende a lo largo y ancho de nuestro planeta. Pero ofrecer este servicio a nivel internacional era, y es, costoso. Ofrecer publicidad nunca estuvo sobre la mesa, contravenía nuestros valores. No así, contar con el apoyo de una organización sin ánimo de lucro. Esto último, encajaba a la perfección con nuestro ideal de periodismo veraz y de solidaridad real y efectiva. Y ahí es donde entra la fundación Bill y Melinda Gates.

No os queremos  aburrir contando las bondades de su fundación, ni pretendemos hacer un “publirreportaje” sobre ellos. Tan solo queremos aclarar que cada visita que hagáis a nuestra página supone un simbólico donativo para una de sus causas benéficas. Así que si os consideráis personas solidarias, encontraréis toda la información sobre sus proyectos benéficos “pinchando” en la banderola publicitaria que está en nuestra web.

Nosotros a lo largo de este webdoc te vamos a proporcionar la información y las herramientas para que puedas identificarlas por ti mismo. Y además vamos a ir actualizando la web para que puedas ir viendo las noticias falsas más importantes que van apareciendo por todo el mundo.

Queremos dejar claro que nuestra profesión, la periodística, se basa en la libertad de expresión y está tiene un límite que es mentir. Existe una diferencia básica, entre los medios de prestigio y los sensacionalistas, así como entre los periodistas y los pseudoperiodistas, a la hora de lidiar con las fake news.

Los primeros cuando se equivocan piden disculpas, emiten comunicados o dedican un espacio a la rectificación en sus medios, siguen el código deontológico. Lo admiten. Mientras que, en el segundo caso, ante hechos probados, ellos continúan desde sus medios alimentando teorías de la conspiración y negándose a admitir la verdad.

«Los periodistas inmundos se denigran a sí mismos, a la profesión que dicen ejercer y a la sociedad a la que se dirigen»

Victor Sampedro

Bien y ahora que ya lo sabes “casi” todo de nosotros podemos empezar a contarte la “verdad” de las noticias falsas. ¿No te marcharás ahora que empieza lo bueno?, ¿No habíamos quedado en que eras una persona curiosa y a la que le gusta estar bien informada?, ¿Dónde ibas a estar mejor que aquí?

¿QUÉ SON LAS FAKE NEWS?

EVOLUCIÓN DE LAS FAKE NEWS

Las noticias falsas existen desde el principio de la humanidad. Es decir, desde siempre. El tratar de engañar, sea por el medio que sea, con una finalidad beneficiosa, e incluso lucrativa, es algo que siempre formará parte de la condición humana. Mentir es algo que ninguno podemos evitar, aunque sí se puede calcular el daño que hará nuestra mentira. Para esclarecer está cuestión y cómo se han reproducido las fake news a lo largo de la historia, nos queda un trecho. Pero antes quisiera mostraros de dónde viene el término fake news y dónde nació en realidad la palabra.

 

«La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana» (Napoleón Bonaparte)

¿Cómo se han abordado a lo largo de la historia?

Las “fake news” son tan antiguas como el mundo. Allá donde hubiera un núcleo de poder en busca de objetivos, han existido muchas historias falseadas que, de una u otra forma, han influido en el mundo real. Manipular a los receptores mediante falsedades que distorsionan el fondo y el contexto de lo que realmente ocurre, es una práctica que se lleva usando desde el principio de la humanidad.
Fuera como fuere, de lo que se ha tratado siempre es de transmitir un discurso que sea creíble, por los medios de los que se disponga, y con un objetivo que se mantiene oculto al receptor del mensaje. Estos discursos suelen, en la mayoría de los casos, estar imbuidos de bulos, prejuicios, ideas racistas, exclusiones… Exaltan lo propio en detrimento de lo diferente, apelan a las emociones, a los sentimientos de la audiencia, pretenden atraerla para sí, y no es por casualidad que a lo largo de la historia, falsas noticias tuvieron graves consecuencias para estos grupos sociales afectados, hasta el punto de cambiar la historia de los pueblos.

 «El corazón del hombre necesita creer algo y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer; sin duda por esa razón creen los amantes, los casados y los pueblos a sus ídolos, a sus consortes y a sus Gobiernos»
Mariano José de Larra, autor español del siglo XIX

Estas falsas noticias tuvieron graves consecuencias para estos grupos sociales afectados, hasta el punto de cambiar la historia de los pueblos.
Paul Veyne, afamado historiador francés, escribió en uno de sus ensayos: «Los hombres no encuentran la verdad, la construyen, como construyen su historia». Y siguiendo la línea de pensamiento de esta aseveración, podemos observar que ya desde la más lejana antigüedad, verdad y mentira se han ido entremezclando azarosamente hasta el punto de cambiar y desvirtuar, en muchas ocasiones, la historia humana.
Hace ya un siglo el historiador Marc Bloch predijo que las historias falsas necesitan de una sociedad dispuesta a creerlas, sin ella, nunca tendrían el eco necesario para provocar cambios sustanciales en la manera de ver, sentir, o vislumbrar situaciones que no están basadas en la realidad.
Desde los engaños de algunos emperadores romanos con respecto a su ascendencia, pasando por los bulos que circulaban como la pólvora en boca de los juglares por las ciudades medievales, o los magnicidios encargados por algunos monarcas europeos, en los siglos XVI y XVII esgrimiendo, a modo de evidencia, un puñado de medias verdades o grandes mentiras…

«El hombre mismo tiene una invencible inclinación a dejarse engañar y está como hechizado por la felicidad cuando el rapsoda le narra cuentos épicos como si fuesen verdades»
Friedrich Wilhelm Nietzsche, pensador alemán del siglo XIX

Sería interminable la lista de noticias falsas famosas a lo largo de la historia. Un término tan usado en la actualidad en su acepción inglesa “Fake News”, no es algo novedoso, sino más de lo mismo vestido de novedad.
Tampoco han sido ajenos a explotar esta gran herramienta de manipulación otros sectores de la sociedad como el económico, el cultural, el religioso, el militar… todos asociados de una u otra forma a sus particulares parcelas de poder.
El rédito, a lo largo de la historia, de las noticias falsas ha sido siempre considerable en términos de beneficio. Las mentiras que se difunden y convencen y mueven a las masas no nacieron con las redes sociales. El caldo de cultivo siempre ha estado presente en las propias masas, donde han arraigado, crecido, cambiado y provocado catástrofes humanas de consecuencias, muchas veces, irreparables.

Curiosidades

¿QUE DIFERENCIA EXISTE CON LA DESINFORMACIÓN?

¿DÓNDE LAS ENCONTRAMOS?

El nacimiento de la prensa de masas vino acompañado por el escepticismo, como si la realidad que dibujaban no estuviera conforme con lo que la gente creía, como si realmente la verdad siempre se situara en otro lugar. Esta desconfianza se ha mantenido hasta nuestros días en el ánimo de mucha gente que cree que la verdad está en Facebook y no en la prensa manipulada y mediada.

Estamos de acuerdo, Facebook es una ventana al mundo sin fronteras ni ideologías, pero por eso mismo es una tierra sin ley cuya realidad no es más que el reflejo de sus ocupantes. Vivimos en la era de las mentiras masivas, nuestras propias mentiras.

Sería un trabajo arduo e interminable contar todo lo que sucede ahí fuera sin tener en cuenta una realidad incuestionable: en Internet la difusión de las noticias falsas es exponencial y barata.

No podemos perder de vista que las páginas que difunden falsas noticias también utilizan otros métodos para poder expandirse con mayor facilidad: usan dominios parecidos a los de las páginas originales, presentando apariencias muy parecidas a estas, e incluso se alían unas con otras para proporcionarse mutuamente veracidad, de ahí la facilidad de encontrar estas páginas que solo se alimentan de falsedades, para obtener ingresos a través de la publicidad que exponen.

Las redes sociales mayoritarias, por todas las razones antes descritas, se convierten en el mayor foco de transmisión de las noticias falsas: Facebook, Twitter, YouTube, WhatsApp Pinterest, Instagram, Snapchat, etc. Es por tanto el lugar donde encontrarlas con más facilidad.

En el ámbito europeo occidental, la mitad de los internautas comparten noticias y novedades a través de las redes sociales, así estas se convierten en verdaderos focos de noticias falsas.

“La inteligencia artificial está demostrando ser muy eficaz en la creación de nueva información, también está siendo igual de eficaz en distorsionar los datos para crear información falsa”

Consultora Gartner

El “activismo partisano” de las redes sociales son solo un ejemplo de manifestación del descontento social que se vive por parte de una importante cantidad de ciudadanos de todos los países.

Desde las Primaveras Árabes hasta las diversas acciones “anticapitalistas”, el movimiento ocupa los rebrotes de la extrema derecha en Occidente, los nacionalismos, y tantos otros movimientos sociales de apoyo o rechazo a multitud de cuestiones. Se ven apoyados en la redes sociales, en muchas ocasiones, a través de noticias falsas, memes y descalificaciones salvajes de las que no se libra ningún sector de la población.

LOS OBJETIVOS DE LAS FAKE NEWS

¿A quiénes benefician?

No cabe duda de que hay muchos intereses de por medio, y por supuesto estos intereses en ningún caso son inocentes, siempre responden a la voluntad de alguien para lograr algo, y se sirven de estos mecanismos emocionales que la Red propaga a una velocidad inusitada.

Si no, ¿cómo explicar que en países de mayoría de gente pobre, que apenas vive con lo indispensable, gane las elecciones un partido racista, xenófobo y de extrema derecha? ¿Cómo explicar que las mujeres apoyen a candidatos políticos que denigran la figura femenina? ¿Cómo es posible que personas cultas, conocedoras de la realidad política y económica, acaben difundiendo discursos radicales llenos de falsedades?

Son esos mecanismos que manipulan lo emocional, a través de herramientas sofisticadas, los que provocan el efecto de “bola de nieve” de una “fake”. Algo que empieza como un rumor y acaba como un tsunami inundando todos los espacios públicos de comunicación.

El deseo de filtrar la realidad desde nuestro punto de vista y luego exponerla desde nuestra perspectiva, no es ajeno a la proliferación de información falsa, porque responde a nuestro propio deseo de adaptar la realidad a nuestras formas, desde nuestra ejercida libertad personal.

 

Curiosidades

LAS AUDIENCIAS ANTE LAS FAKE NEWS

¿CÓMO REACCIONAN LAS AUDIENCIAS ANTE LAS FAKE NEWS?

“Pues si los creéis, ¿cómo no los averiguáis? Y si no los averiguáis, ¿por qué los creéis?” (Tertuliano)

 

Como acabamos de comprobar, con estadísticas concluyentes, en el punto anterior, verse engañado por una noticia falsa es cada vez más común. Como si de una mancha de petróleo se tratase, las noticias inventadas se van extendiendo lenta pero inexorablemente por el mundo. Y ya no se trata de creer que quien cae en ellas es porque tal vez sea tonto o sea un país del tercer mundo o falto de cultura. Estos factores evidentemente pueden influir, pero no se puede obviar el hecho de que ahora mismo son los países más avanzamos donde más abundan estos “bulos” interesados.

Los ciudadanos reaccionamos de distintas formas. Una minoría preocupada trata de ponerle remedio. Queriendo encontrar la manera de ser capaces de distinguir la noticia real de la que está escribiendo una realidad paralela. Para ello, procuran informarse en páginas de servicio como la nuestra o en medios de comunicación de prestigio.

 “Hemos detectado que el enfoque de los lectores se vuelve una especie de visión túnel, siempre que el texto que están leyendo es relevante para ellos. (…) Mi hipótesis es que las noticias falsas y la desinformación a menudo se representan de una manera muy emocional y que la emotividad es lo que las hace que perduren.” (Johanna Kaakinen, experta en comprensión de la lectura)

La emotividad nos empuja a consumirlas y lo que es peor; a recordarlas, nuestros impulsos toman el control. Y dado el estado de inmediatez en el que vivimos, donde sin saber por qué vamos corriendo a todas partes, parece razonable que la mayoría comparta links, videos y fotografías sin tan siquiera abrirlos, y que tan sólo leamos los titulares de las noticias. Como afirma la periodista de la revista Time, Katy Steinmetz: “Las convicciones políticas nos llevan al pensamiento perezoso. Pero existe un impulso todavía más fundamental en juego: nuestro deseo innato de una respuesta fácil.”.

Esto último significa que si una noticia es favorable a nuestra ideología política es más sencillo que la creamos, ya que estamos sumamente predispuestos a ello. Por el contrario, si la información ataca nuestros valores o creencias, seremos mucho más incrédulos e incluso trataremos de hallar la manera para desmentirla y desacreditarla, saliendo de ese pensamiento perezoso del que hablaba Steinmetz.

Esta es una práctica que llevan a cabo muchos de los seguidores de Donald Trump en los Estados Unidos. Allí el presidente ha marcado una línea de descrédito hacia una parte de la prensa,  desmintiendo las informaciones a través de su cuenta de “twitter”. Esto da como resultado que sus votantes confíen más en un “tuit” que una información contrastada, argumentada y publicada por medios reputados de prensa veraz y seria.

Así lo ve Pere Vilanova, catedrático de ciencia política de la administración de la Universidad de Barcelona: “Trump va por otra galaxia, en su cabeza no tiene el concepto de si es verdad o mentira lo que dice. Su base electoral sólida, su techo de hierro se creerá todo lo que diga. (…) A Trump le da igual el concepto de verdad porque solo persigue convencer a los suyos, y no tiene nada que ver con el concepto que podamos presuponer desde aquí.”. Prueba de estas afirmaciones es este video de la revista Time, donde aparecen todas las teorías de la conspiración vertidas por el presidente norteamericano.

El peligro de las Fake News para todos nosotros es evidente. Si los ciudadanos caen en ellas y las propagan, estas han logrado alcanzar su cometido. Lo peor es que las consecuencias de esta, aparente, “simple” acción puede llegar a tener graves consecuencias.

Como relata la periodista Katy Steinmetz, las consecuencias van desde el peligro de vacunar a los niños por miedo a que sufran de autismo, pasando por la negación del Holocausto en Twitter, y llegando a la trágica repercusión que tuvo una noticia falsa en la India. Allí se empezó a rumorear vía WhatsApp que se estaban secuestrando a muchos niños. La reacción de la gente fue la de salir a la calle y matar a inocentes sólo por estar en el sitio equivocado y en el momento erróneo. Una tragedia que no tiene vuelta atrás; sólo siendo conscientes de los peligros de que portan estas noticias podremos hacerle frente.

Un ejemplo más de estar por casa, por así decirlo, es el del ex-alcalde de Barcelona Xavier Trias (CiU). En su lucha por conseguir la reelección se enfrentó a Ada Colau (Barcelona en Comú), quién finalmente saldría airosa y se convertiría en la nueva alcaldesa de la ciudad. Pero durante la campaña electoral “El Mundo” publicó en portada que Trias escondía 13 millones de euros en Andorra, provenientes de una cuenta abierta a su nombre en Suiza, y continuó al día siguiente mostrando un “presunto” número de cuenta correspondiente al político catalán. El resultado fue que Xavier Trias perdió las elecciones pese a demostrar, con un documento oficial de la entidad suiza, que nunca había tenido una cuenta allí. Y por ende tampoco en Andorra. De nada sirvió, el daño ya estaba hecho. Colau le atacó duramente con aquella información durante la campaña, lo que pasado el tiempo reconoció la propia Colau como injusto, disculpándose con él. En cambio, el diario El Mundo nunca rectificó su información. Más tarde se supo que dicha información formaba parte de la Operación Catalunya… Xavier Trias vio cómo una información falsa acabó con su carrera política, su dignidad y su credibilidad. Incluso todavía hoy mucha gente piensa que tiene dinero escondido en Andorra.

Esta es una prueba más de que la primera reacción es la que cuenta. Es lo que buscan las noticias falsas, golpear primero y que esa impresión quede en las personas. Calar en la Opinión Pública, ya que una vez introducidas como rumorología va a ser extremadamente difícil eliminarlas del ideario público.

Por el momento, no existe una solución inminente para ellas, aunque se está trabajando en varios campos para hacerles frente de la mejor manera posible. Tal vez, tomar conciencia de su nociva influencia sería un primer paso para su erradicación. Y un cambio en nuestros hábitos, pasando menos tiempo dentro de las redes sociales, significaría otro paso más hacia una vida menos dependiente de las pantallas y más enfocada a disfrutar del entorno real que sin duda nos estamos perdiendo.

¿CÓMO LUCHAR CONTRA ELLAS?

Otra aparición en el ámbito tecnológico que resulta increíble es la aparición de varios discursos falsos de Barack Obama, pronunciados por él mismo. El montaje es impecable pero su aplicación puede resultar, cuando menos, inquietante.

Herramientas y sitios de verificación

Las Fake News en el periodismo

¿POR QUÉ ESTÁN DE PLENA ACTUALIDAD?
Las “Fake news” siempre poseen un objetivo, ya sea económico, ideológico, político… pero tienen en común algo: querer hacer pasar por verdad una mentira u ocultar una verdad detrás de una mentira.
Ya hemos visto anteriormente que es una práctica tan vieja como el mundo, a pesar de estar de moda no es una moda al uso, más bien digamos que es una práctica habitual que gracias a los nuevos avances tecnológicos, tienen la facultad de propagarse a una velocidad y con una eficacia hasta ahora desconocidas. De ahí su rabiosa actualidad. Es bien conocida la fama que tiene la prensa oficialista de contar lo que sucede en base a una ideología determinada; el acto de mediar los hechos, de decidir la agenda pública y de servir a los intereses del poder, no han sido una buena carta de presentación para convencer a los públicos generalistas de las bondades del sistema mediático. Por esto y por la facilidad de acceso, las redes sociales como Twitter, WhatsApp o Facebook se han convertido en los grandes contenedores de esa “anhelada verdad” en nuestros días. A nivel planetario y a una velocidad inusitada, ahora un bulo puede dar tres vueltas al mundo mientras yo escribo esto o usted lo lee.
No es lo mismo que se anuncie una campaña a nivel de prensa que tu vecino te envíe un mensaje al WhatApps diciéndote que sí, que eso que te está enviando es cierto porque se lo ha dicho el primo de su cuñado… Esta es la gran baza de las llamadas “fakes” en las redes sociales; la cercanía de quien te pone en las manos la noticia, sobre todo si es alguien en quien confiamos. Todos hemos recibido mensajes avisándonos de desastres inexistentes, textos de autores famosos que nunca han escrito, avisos falsos de la policía, alertas alimentarias inverosímiles o cadenas de milagros por suceder… que sin embargo parecen destinados a perpetuarse en el tiempo y el espacio a razón de volver a la actualidad cada cierto tiempo.
Las noticias falsas más preocupantes son las que emergen desde el poder político, económico, financiero o de pretendido control social. Además de la propaganda mediática que sufrimos a diario, las “fakes” de estos entornos lo que realmente pretenden es alterar la realidad de lo que sucede para crear un significado alternativo que cale en la población, ¿y qué manera mejor de hacerlo que desde las propias redes sociales? Desde las que conseguir que el relato se convierta en una cuestión ideológica o emocional que la gente asume como propia. Es en este momento que el relato deja de ser objetivo y acaba convertido en aquello que el autor pretende que sea.
Hoy en día es fácil ganar dinero con las “fakes” en Internet, todo se reduce a las visitas, los clics o los tráficos de un sitio Web. No importa lo cierto o lo falso que sean los contenidos de esos tráficos, lo importante es que circulen entre mucha gente para generar ingresos ¿y qué mejor para ello que esgrimir grandes titulares alarmantes, increíbles o catastróficos? Se persigue la viralización de las noticias, que darán a su autor los réditos pretendidos sin haber aportado nada positivo con su difusión. De hecho está contrastado que el retorno económico de este tipo de publicaciones es muy superior a aquellas realizadas por profesionales de la comunicación con todo lo que conlleva. Y en todo caso, es mucho más económico crear una noticia falsa que una real, con lo cual la ausencia de gastos se suma a los beneficios. Lo curioso de todo ello es que en muchas ocasiones son los propios medios de comunicación los que se contagian con estas falsas noticias. El deseo de ser los primeros, de tener la exclusiva, de contar lo que nadie ha contado hasta el momento, hace que muchos profesionales se lancen a publicar noticias sin haberlas contrastado, y pasa lo que pasa…

 

 

Curiosidades

Este titular pertenece al diario La Vanguardia del pasado 14 de junio: “En Netflix se toman muy en serio el acoso y los abusos de índole sexual en los rodajes de sus producciones después de la controversia de House of cards por culpa del comportamiento de Kevin Spacey.  Tanto es así que incluso está prohibido mirar otra persona durante más de cinco segundos, según informa The Independent.

Parece ser que los principales responsables de los sets de rodaje han tenido que asistir a cursos para combatir y detectar el acoso en el trabajo y que se han establecido nuevas normas de conducta para mejorar la convivencia en el rodaje.

No solamente está prohibido quedarse mirando un compañero del equipo durante más de cinco segundos (lo que se percibe como “repugnante”), sino que tampoco se puede exceder en los abrazos, no se puede flirtear y no se puede ir pidiendo números de teléfono por razones que no sean estrictamente profesionales”.

Parece ser que «todo el notición» se reducía a unos cursos que la compañía Netflix había organizado con motivo del acoso denunciado por el movimiento #MeToo. A ellos asistieron personal de alto rango de la compañía para aprender qué se consideraba apropiado y qué no. Y entre bromas, dijeron que mirar a alguien durante más de 5 segundos se tachaba de horripilante…

Tras los rumores, diarios como La Vanguardia, The Independent o The Sun, publicaron titulares como este mencionado. Es el precio de unos clics más o unos clics menos. La dictadura de lo viral. Por lo que la inmediatez y la falta de rigor en lo publicado, se convierten en un arma de desprestigio de la prensa.

La cultura del “todo gratis” está a la orden del día, y las noticias como cualquier otro bien de consumo tienen un precio que, hoy por hoy, muy pocos parecen querer pagar, así no es de extrañar que las “fakes” inunden todos los ámbitos de la información y la comunicación. Y no hay que olvidar que cualquier catástrofe, o suceso social relevante, genera un inmenso, e intenso,  tráfico en la Red que aprovechan los generadores de “fakes” para hacerlas circular como si de verdades se tratara. Si con ello obtienen beneficios, lo demás no les importa.

A este respecto, el informe de la consultora Garnert “Predicciones Tecnológicas para el 2018” sugiere que el público tiende a consumir más noticias falsas que verdaderas y que en el año 2022, más del 50% de las noticias que circulan por Internet serán falsas, y auguran que no habrá suficiente capacidad para eliminarlas. Cada día más la gente quiere que le digan lo que quiere oír, quiere que la tranquilicen, que la protejan, que sus necesidades de pertenencia e identidad se vean resuelta…y este es el mejor caldo de cultivo para las “Fake News”.

En EEUU se  ha verificado a nivel sociológico que las noticias falsas no ofenden tanto a la gente como se podría suponer, ya que como hemos dicho, muchos prefieren que las cosas que leen a diario se adapten a sus formas particulares de ver el mundo, sus prejuicios, sus creencias y sus sesgos; tendemos a dar por ciertas las noticias que nos dan la razón, buscamos que la información que recibimos nos haga sentir bien. También se advierte sobre lo difícil que es cambiar una opinión una vez esta se ha asentado en los individuos, incluso  a pesar de que tengan conciencia de su falta de verosimilitud. En este sentido, la consultora Garnert ha alertado sobre la posible existencia, en un futuro no muy lejano, de crisis políticas a nivel internacional y de movimientos convulsos en las bolsas con motivo de rumores o falsas noticias.

La cada vez mayor automatización en la creación de las “fakes”, así como los procedimientos de inteligencia artificial que utilizan las Redes Sociales para expandirse (estudian a quienes seguimos, qué nos gusta, qué consumimos, qué ideología tenemos…), son el caldo de cultivo ideal para que se desborde el fenómeno. Y en este caso son las propias Redes Sociales las que no ayudan mucho para atajar el problema. Hace escasos meses varias empresas lanzaron una propuesta llamada “Fake News Challenge”, que pretendía desarrollar un protocolo que fuese capaz de discernir entre lo que es falso y lo que no. La realidad es que evidentemente no ha tenido mucho éxito. Sin embargo, existen consorcios y organizaciones que se dedican a luchar contra las “fake”, como PolitiFact, Snopes o Factcheck.org. También, poco a poco, van surgiendo iniciativas empresariales y privadas para luchar contra ellas.

Dicho lo dicho, sería injusto dejar este apartado sin hablar de Donald Trump como impulsor del término a nivel global. No solo porque ante cualquier noticia que no le beneficia la trate de “fake”, sino por su firme pretensión de crear desconfianza en los medios de comunicación, despertando una verdadera locura colectiva en base a las “supuestas mentiras” que se publican con respecto a su persona y su política, mientras pretende erigirse en el único portador de la verdad que todos deben creer.

Este comportamiento mesiánico del presidente norteamericano no es nuevo. Es común a muchos líderes populistas verlos tachar de mentiras a todo aquello que se opone a sus ideas o a su política. Y no es por casualidad que se haya convertido en el 45º Presidente de EEUU. Tras unos años de crisis económica durante los cuales muchos norteamericanos perdieron su trabajo y su “status quo”, el discurso “neoprovinciano» -que diría Kapuscinski- de Trump responde a los deseos de muchos ciudadanos que quieren creer que con sus políticas recuperarán el paraíso perdido: el sueño americano, América primero, los inmigrantes son delincuentes, etc…

Trump utiliza las Redes Sociales para difundir su discurso y sus ideas excluyentes. Sabe perfectamente cuál es el mejor canal de difusión de sus ideas y lo explota con fluidez. Desde allí indica a los ciudadanos qué deben creer, qué medios son fiables y cuales no lo son, quienes dicen verdad y quienes mienten. Él se erige en juez entre la opinión pública y la verdad, como tantos y tantos líderes autoritarios lo han hecho a lo largo de la historia. El resultado práctico de su estrategia es crear desconfianza entre los ciudadanos hacia los medios que no le son propicios en sus opiniones, y de paso conseguir esa confrontación ideológica entre los que le son fieles y los que no.

Quizá su mayor éxito sea que cuando se presentó a las elecciones presidenciales de 2016, ya conocía el enorme poder mediático que tienen los medios de comunicación, y por ello supo utilizarlos mejor que nadie. Y esas falsas verdades las utilizo contra su rival, Hillary Clinton, los medios de comunicación, los inmigrantes y sus hijos, los países enemigos, los líderes políticos que no le eran favorables… Todo ello sirvió como caldo de cultivo a su victoria, a fin de cuentas le estaba contando a la gente lo que querían oír: ni más ni menos…Ya lo decía Maquiavelo en el siglo XV: “Los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven”, sobre todo cuando existe miedo, necesidad y confusión…

A todo esto hay que sumarle la concentración de medios a nivel global. Cada vez más se da la existencia de monopolios de las industrias culturales y de la información, lo que supone un importante caldo de cultivo para la fabricación de “fakes”, unido a la, cada vez mayor, pérdida de espacios democráticos, que destruyen el periodismo de calidad con la viralización de noticias falsas, y que ponen en riesgo la adecuada creación de una opinión pública informada y consciente, capaz de discernir entre lo que le interesa y lo que no.

Tampoco podemos olvidar el pensamiento único que persigue este modelo político que lucha por imponerse en occidente, para ello, se penaliza a cadenas como Telesur, Hispan TV, Al Jazzira o Sputnik, porque representan una amenaza a las ideas egocéntricas de EEUU sobre la política internacional. Así se acallan muchas voces que podrían estar proporcionando la diversidad democrática que el mundo necesita para entender qué pasa ahí afuera.

La onubense Meng Jin Chen, colaboradora en  “El Orden Mundial” señala: “Cada vez que encendemos la televisión o escuchamos la radio, abrimos un libro o leemos un periódico para estar al tanto de lo que ocurre en el mundo, alguien está intentando educarnos, convencernos de que compremos un producto, persuadirnos para que votemos a un candidato o suscribamos una versión de lo correcto. El emisor llega a convencer para que el mensaje se interiorice como verdad”.

Y quizá sea esto el propósito último de las “Fakes News”: vendernos algo que interesa a alguien, quizá a muchos miles de kilómetros de donde nos encontramos, como si nos situáramos en el centro de una campaña de marketing a nivel global.

Donal Trump y las Fake News en clave de humor:

¿POR QUÉ EL PODER POLÍTICO UTILIZA LAS FAKE NEWS PARA ATACAR AL PERIODISMO?

“No acepto preguntas de CNN. Son fake news.” (Donald Trump)

Ganar. A cualquier precio. No importa lo que cueste. Todos los políticos de la historia han perseguido lo mismo, se han preparado para lo mismo; gobernar. Imponer sus ideas, sus (no) promesas electorales, seguir la herencia de su partido político. Y todo ello es imposible si no se logra la victoria. Por eso el cuarto poder siempre supone una dura competencia, un obstáculo a sortear. La victoria implica hoy más que nunca la destrucción de la verdad y la erosión de la credibilidad del periodismo, como narra Álvaro Pérez en su artículo para la revista “Paper Papers”.

Con la victoria en el bolsillo Trump comenzó su campaña de desprestigio contra la intocable prensa estadounidense. Su ética simple: medio que no está de acuerdo con sus opiniones/acciones, medio que es acusado de propagar bulos para perjudicarle a él y a su administración. Sabe que su electorado le apoyará en todo lo que diga o haga, puesto que son incondicionales que le idolatran y como consecuencia, odian a toda la prensa que es  crítica con el presidente. Son su escudo humano. Este hecho, se percibe en sus mítines. Allí Trump ataca a los medios sin piedad, con ellos presentes cubriendo el acto, sin olvidar que en alguna ocasión han tenido que abandonarlo, mientras una exaltada turba, se volvía hacia ellos con gritos, abucheos, insultos e incluso arrojándoles objetos. Trump trata de poner su integridad física en peligro para demostrar que a él le protegen miles de patriotas.

“La primera vez que Trump, recién elegido, dijo que los medios son fake news y son los enemigos de Estados Unidos, prácticamente todos ellos excepto FOX News. Yo sinceramente pensé: se ha metido con la prensa, este tío no sabe dónde se ha metido. Nada más lejos de la realidad.” (Pere Vilanova)

Medios de prestigio como el New York Times, la CNN, el Washington Post o el Financial Times, por citar algunos, han sido puestos en tela de juicio. Esto por otra parte también les ha hecho despertar. Han sido autocríticos y han visto que deben estar mejor preparados para poder luchar contra las noticias falsas. Tanto de las que lanza el presidente a menudo como de las que son acusados frecuentemente. Luchar contra el hombre más poderoso del mundo, su enorme masa de votantes y los conspiradores anónimos de las redes sociales, puede que sin duda resulte excitante pero también es un grave peligro para su negocio. Si el mensaje de descrédito cuaja en la sociedad la pérdida de lectores, de anunciantes y los despidos en cadena pueden llevar al fin de alguno de estos medios. Con su desaparición, ¿quién le pararía los pies a Trump?

Donald Trump ha iniciado esta era, ya conocida como posverdad (según la RAE: “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”), con su apropiación de la palabra fake news. Ahora los conocidos como “hechos alternativos” (expresión indecente: los hechos son hechos) comparten espacio y relevancia con las informaciones contrastadas, de ahí la dificultad para discernir entre la realidad y la inventiva.

Ahora, como destacan en una encuesta realizada a 194 líderes digitales de 29 países distintos, el foco cambiará del “que creer” a “quién creer”. El usuario debe ser capaz de identificarse y de confiar en marcas y/o personas de confianza.

Por desgracia nadie creyó las crónicas desde la Alemania Nazi del periodista Manuel Chávez Nogales. En un acto de periodismo de investigación llegó allí y contó la realidad de primera mano, sin más. Corría mayo de 1933, seis años antes de la II Guerra Mundial y Chávez relató: “Hitler va positivamente a cumplir desde el Poder sus promesas de extirpación de los judíos. (…). El judío residente en Alemania se encuentra hoy absolutamente bloqueado; la vida se le hace materialmente imposible (..). No; no es que a los judíos les corten las orejas (…) es sencillamente, que les van suprimiendo los medios de vida (…). El judío está tan aterrorizado, que se allana a todo, y pasando por las más humillantes vejaciones, sólo pide que le dejen el derecho a vivir.”.  Y finalmente avisó de lo que el nazismo planeaba: “Alemania va a hacer la guerra (…). Si Adolfo Hitler está gobernando hoy Alemania, es porque lleva doce años predicando la guerra”. Lamentablemente la maquinaria de propaganda nazi consiguió su objetivo y en cambio las palabras de Chávez, cayeron en saco roto. El cronista hizo impecablemente su trabajo, pero conseguir la difusión era, y es, algo totalmente ajeno a la profesión. La posverdad, es hoy por hoy el mayor enemigo de este periodismo necesario.

En esta lucha contra líderes autoritarios como Donald Trump, Valdimir Putin o Jair Bolsonaro, cuya principal arma son las fake news, algo habitual en candidatos populistas, y que les permite trufar sus discursos de medias verdades, e inundar las redes con ellas para ser devoradas por sus devotos seguidores, el periodismo debe ponerlos frente al espejo. Así lo hizo la web “Politifact”, ganadora del Pulitzer, contando 329 declaraciones públicas del presidente Trump que eran parcial o totalmente falsas.

Se necesitan más periodistas críticos que sean capaces de cuestionar la realidad. Así lo cree el profesor de la Universidad de Yale, Timothy Snyder: “cuando repetimos las mismas palabras y expresiones que aparecen en los medios cotidianos, estamos aceptando la ausencia de un marco más amplio. Poseer ese marco requiere más conceptos y disponer de más conceptos exige leer.”.

Estar formado es clave para combatir al gran enemigo de la libertad intelectual de los periodistas: lo políticamente correcto. Esta corrección permite que el periodista sea atacado en muchas ocasiones ante el miedo a parecer/ser racista, machista o herir sensibilidades. La escasa tolerancia a la opinión distinta, por más que se exprese educadamente y con argumentos, supone un problema real a la hora de desempeñar su profesión. Queda claro que el periodista debe ser culto, autocrítico y contrastar la información para realizar bien su trabajo.

Pero los lectores también deben andarse con ojo. Para Elizabeth Kolbert, redactora en The New Yorker, varios estudios demuestran que los hechos no nos ayudan a cambiar de opinión necesariamente. En ocasiones el lector no busca la verdad, sino informaciones que refuercen sus prejuicios y sus puntos de vista.

La Rusia de Putin, tras comprobarse su injerencia en las elecciones presidenciales norteamericanas de 2016, ha continuado su propagación de noticias falsas por todo el mundo. Como relata Yevhen Fedchenko, cofundador de StopFake (web de 2104 creada para comprobar la difusión de la desinformación en Ucrania): “Rusia ha recurrido a las fake news por razones políticas en muchas partes del mundo, desde EEUU, a Francia, Alemania, Cataluña… Son actuaciones que benefician a la agenda política de Rusia. Busca que la unidad del mundo occidental quiebre y quiere echar del juego político a los partidos tradicionales, así como a la UE o la OTAN”.

Y es que según un informe de Freedom House existen 30 países donde se han llevado a cabo campañas basadas en la desinformación. Considera probada la intervención rusa en EEUU y en diversas elecciones europeas. También destaca a Venezuela, Filipinas o Turquía como países donde existen ejércitos de “formadores de opinión” para controlar a la población, creando un discurso oficial en detrimento de la información periodística.

La web EUvsDisinfo, creada en 2015, también apunta a Rusia como fuente de noticias falsas. Destapando 1.310 casos atribuibles a campañas favorables a Vladimir Putin.

El presidente electo del Brasil, Jair Bolsonaro, parece estar decidido a seguir la estela de su homónimo norteamericano Donald Trump, y buscar la confrontación con los medios críticos hacia su política. El presidente carioca ha adoptado la misma jerga para así descalificar las informaciones que le sean desfavorables. Así se pronunció contra la Folha de S. Paulo, en una entrevista a nivel nacional: “Casi todas las fake news que se volvieron contra mí partieron de Folha. Ha perdido prestigio”. El periodista le recordó que su deseo de que este diario dejara de existir suponía un ataque a la libertad de prensa. Ante lo que el presidente respondió: “Por sí solo ese periódico se acabó (…) en lo que dependa de mí, la prensa que se comporte de esa manera indigna no tendrá recursos del Gobierno federal”.

Esta amenaza en toda regla, la realiza contra el diario de mayor tirada del país. Un medio que tuvo la osadía de denunciar el pago, con fondos públicos de su gabinete como diputado, a una funcionaria que cuidaba su casa de veraneo y no trabajaba en la capital, Brasilia. Patricia Campos Mello, la periodista que lo descubrió, reveló una supuesta caja b del presidente con la que pagó una red de publicidad masiva en WhatsApp. Por cierto, esta periodista, está siendo víctima de una persecución digital por parte de los seguidores de Bolsonaro.

Pero no termina ahí la guerra con el periodismo brasileño. El jefe de prensa de Bolsonaro, una vez terminado el escrutinio, insultó a decenas de periodistas, pertenecientes a un grupo de WhatsApp, por informar de la agenda del presidente. Les dijo lo siguiente: “Bueno… ¿no estaba casi empatado? Sois el mayor engaño del periodismo de Brasil!!! BASURA”.

Además, conviene destacar que con datos de la Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación (Abraji), existen 141 casos documentados de amenazas y violencia contra periodistas que trabajaron durante la campaña.

Y una última muestra es la dimisión en directo del periodista Juremir Machado da Silva, tras diez años en la casa, al conocer que Bolsonaro le vetó para poder realizar cualquier tipo de pregunta durante una entrevista radiofónica.

Y para concluir, daremos cabida a las reflexiones de la periodista y doctora en relaciones internacionales Myriam Redondo. Ella piensa que: “los gobiernos han de estar vigilantes, pero alejarse de posiciones censoras (como decir qué es noticia falsa y ponerle sello) y a la vez impulsar más la educación en la lectura crítica y la verificación digital entre los ciudadanos”. Y también advierte a los medios que se centren en la tarea de verificación: “El periodismo del futuro será con verificación (digital y no digital) o no será”.

Curiosidades

Dentro de su campaña de propaganda, la única prensa, la controlada por el nazismo generó una noticia falsa para perjudicar/humillar a los judíos. En ella involucraba a España. La noticia publicada por un diario de Berlín y recogida por Manuel Chavez, rezaba así: “El Gobierno de la República Española necesitaba “300.000 judíos” y estaba dispuesto a pagar un billete y dos meses de estancia a los interesados.”. Ante este hecho, muchos judíos vieron una vía de escape para abandonar el país germano, y colapsaron el consulado español de Berlín. Finalmente, el consulado se vio obligado a aclarar la falsedad de la noticia.

Fake News por el mundo
Su historia a través de un viaje en el tiempo

Aún conociendo el diccionario Merriam-Webster su existencia, no creyó necesario incluir la expresión «fake news» por una sencilla razón, como bien explican ellos mismos: «la construcción es tan simple (información explicada en un informativo que es falsa) que no hace falta incluirla en el diccionario como un término separado.

Es completamente auto-explicativo y directo y para quienes se preguntan por qué existía antes, es sencillo. Antes la alternativa obvia para hablar de noticias falsas era el adjetivo «false». Las noticias falsas, como hemos señalado al comienzo, existen desde hace muchos siglos, así que lo único que parece haber cambiado en todo este tiempo es nuestro apetito por ellas.

Pero los chicos del Merrian-Webster, a pesar de la repercusión y de poseer un significado coherente, no creen que por el momento las “cool” fake news vayan a formar parte del diccionario. Continúan siendo un nombre compuesto que se explica por sí mismo: hablamos de dos palabras distintas ampliamente conocidas que combinadas dan como resultado un significado fácil de entender. Para conseguir ingresar dentro del selecto grupo de palabras elegidas, deberían obtener un significado específico, y de uso común, que fuera independiente del significado propio de noticias falsas.

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